La poesía de Héctor J. Díaz

Durante el mes de junio voy a escribir varios posts sobre literatura dominicana y decidí empezar por el tema más cercano a mí que pude encontrar. Hoy les voy a hablar del ilustre poeta azuano, Héctor J. Díaz (1910-1950), quien fue uno de los grandes poetas de mi pueblo, Azua de Compostela.

Cuando yo era adolescente era una romántica empederdina y vivía soñando con un amor imposible y trágico y todo el drama que esto conllevaba. Todavía soy una romántica empedernida, pero hace años que entendí que el verdadero amor es entre dos personas. Los amores irrealizables son fantasías de adolescentes que, poco a poco quedan en el pasado.

Pero, mientras estaba en esa etapa de amores rosa, mi himno (si hubiese tenido música en ese tiempo) era Hace daño querer como te quiero.

Hace daño querer como te quiero

Hace daño querer como te quiero
Porque hasta el alma se me torna esquiva.
Vivo entre celos y entre celos muero
Sin que la paz del corazón reviva.

En cada pensamiento que me asalta
Pone la duda su veneno amargo
Y por toda la angustia que me falta
Vienen las noches y el inmsonio es largo.

Hace daño querer como te quiero
Única, plena, sola, preferida.
Siendo mi último amor, eres primero
y el que más penas me le da a la vida.

No sé hasta cuando seguiré esperando
ni con que fin te seguiré queriendo
Si vive el corazón desesperando
Y el alma de celar languidenciendo.

¡Qué droga me infiltró tu primer beso!
¡Qué nudo fue el que hiciste con tu abrazo!
Que desde entonces me mantengo preso
Sin que se pueda desunir el lazo.

Te he querido olvidar y no he podido
Ni nada puede mi valor de hombre
Porque hasta en el más mínimo latido
Siempre pronuncia el corazón tu nombre.

Dramático, ¿no les parece?

Es increíble que todavía recuerde perfectamente ese poema que memoricé hace más de veinte años.

Pero, el que se conoce como el poema más famoso de Héctor J. Díaz,es Lo que quiero, el cual también comparto hoy con ustedes.

Lo que quiero

Que nadie me conozca y que nadie me quiera.
Que nadie sepa de mi triste destino.
Quiero ser incansable y eterno peregrino
que camina sin rumbo porque nadie lo espera.

Caminar rumbo adentro, solo con mis dolores,
nómada, sin amigos, sin hogar, sin anhelos.
Que mi hogar sea el camino y mi techo sea el cielo,
y mi lecho las hojas de algún árbol sin flores.

Que no sepan mi vida, ni yo sepa la ajena.
Que ignore todo el mundo si soy triste o dichoso.
Quiero ser una gota en un mar tempestuoso
o en inmenso desierto un granito de arena.

Cuando ya tenga polvo de todos los caminos,
cuando ya esté cansado de luchar con mi suerte,
me lanzaré en la noche sin luna de la muerte,
de donde no regresan jamás los peregrinos.

Y morir una tarde cuando el sol triste alumbre
descendiendo un camino o ascendiendo una cumbre.
Pero donde no haya quien me pueda enterrar.

Que mis restos ya polvo los disipen los vientos.
Para cuando ella sienta remordimientos,
no se encuentre mi tumba ni me pueda rezar.

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