Donald Trump en la Convención Nacional Republicana en Cleveland el mes pasado Credit Damon Winter/The New York Times
Read in English
Si eres periodista y crees que Donald Trump es un demagogo que le hace juego a las peores tendencias racistas y nacionalistas de Estados Unidos, que queda bien con los dictadores y que sería un peligro si llega a controlar armas nucleares, ¿cómo diablos se supone que debes cubrirlo?
Porque si uno cree todas esas cosas, tiene que olvidarse del manual del periodismo que ha estado vigente, por lo menos en la escuela estadounidense, durante la mayor parte de la mitad del siglo y abordar el tema de una forma en la que nunca lo ha hecho en su carrera.
Si la visión que uno tiene de la presidencia de Trump es que sería un peligro, entonces las coberturas habrán de reflejarlo. Uno deberá acercarse más que nunca a ser antagónico. Ese es un territorio incómodo e inexplorado para todo periodista convencional que no escribe una columna de opinión y, según los estándares normales, resulta insostenible.
Entonces la pregunta es: ¿Aplican las normas habituales? Y, en caso de no ser así, ¿qué aplica entonces?
En términos generales, esto desequilibra esa forma idealista de periodismo con “P” mayúscula que nos enseñaron a respetar siempre.
Aceptémoslo: desde el día en que Trump anunció su candidatura, el equilibro brilla por su ausencia. A lo largo de las elecciones primarias y los caucus, el desequilibro estuvo a su favor, como lo demostraron algunas estadísticas brutales: sus aproximadamente 2 mil millones de dólares en cobertura gratuita durante la primaria estuvieron casi seis veces por encima de su rival republicano más cercano.
Ahora, como candidato oficial a la presidencia por el partido Republicano, el desequilibro está en su contra. Periodistas y comentaristas analizan sus pronunciamientos y temperamento en materia política pensando cómo sería su comportamiento en la Casa Blanca, algo que durante mucho tiempo se había considerado improbable.
Comentarios