A todo mundo nos pasa: en una reunión amistosa o familiar, empieza a caer la noche y alguien trae a la mesa —o a los sillones, dependiendo de dónde esté uno— el tema de los muertos, los aparecidos, los poltergeist, las pesadillas y las experiencias sobrenaturales. Y, de pronto, es como si se propagara un incendio pues resulta que todos los presentes tienen una historia de terror.
Pareciera que todos los mexicanos hemos tenido una experiencia sobrenatural.
Ya sea la abuelita consentidora o la tía que murió soltera y que halló la forma de despedirse aun después de muerta, los golpes o lamentos que se oían en tal o cual trabajo, las cosas o las personas de apariencia incorpórea que alguno vio de noche, las cosas que se mueven sin explicación o la vez que sentimos que alguien nos puso la mano en el hombro: pareciera que todos los mexicanos hemos tenido una experiencia sobrenatural. Y si tenemos algún conocido extranjero —o varios—, sabremos que en todos lados, en las ciudades y en el campo, se cuecen las mismas habas: la creencia de que hay “algo” de las personas que permanece, o bien regresa, toda vez que éstas han muerto, parece ser inherente al ser humano.
Pero la cuestión es: en este siglo XXI, casi 500 años después de que Descartes formulara el primer método científico, cuando tenemos ciencias como la física o la psicología que nos pueden explicar prácticamente todo, y máquinas precisas que iluminan con la luz de la razón las sombras de la superstición y la ignorancia, ¿aún es válido hablar de ello? Es más, ya en serio: ¿realmente existen los fantasmas?
La respuesta es: todo depende de qué entendamos por fantasma. El anquilosado DRAE, por ejemplo, en su tercera definición nos dice que un fantasma es una “imagen de una persona muerta que, según algunos, se aparece a los vivos”, mientras que el Diccionario del Español de México afirma algo mucho más preciso, la “figura o imagen incorpórea generalmente de una persona muerta que, en la creencia de algunas personas, se aparece a los vivos para asustarlos o recordarles alguna mala acción”. En inglés, la cosa va por el mismo tenor, pues el Merriam-Webster Dictionary acota que ghost es “el alma de una persona muerta que, se piensa, vive en un mundo invisible, o bien se aparece ante los vivos” —la traducción es mía.
La “figura o imagen incorpórea generalmente de una persona muerta que, en la creencia de algunas personas, se aparece a los vivos para asustarlos o recordarles alguna mala acción”.
Ajustándose a lo que dicen estos diccionarios de referencia común, afirmar la existencia de los fantasmas sería tanto como contar con evidencias sólidas de la existencia del alma o el espíritu —o como sea que se llame ese “algo” individual e intangible que, según esto, permanece después de la muerte física de una persona—, y de que esa energía, o lo que sea, es capaz de permanecer en este plano —si es que, en efecto, existen varios planos de conciencia o existencia—, o bien, de regresar a él después de que ésta ha muerto. Y ahí sí, que por favor alguien dé aviso a mi familia para que vengan los hombres de blanco a llevarme a dar un paseíto en un patio muy soleado.
A lo que se refiere la afirmación que da título a esta entrada es a otra definición, mucho más amplia y, paradójicamente, más precisa. Si uno consulta a asociaciones como la Parapsychological Association, que intentan investigar fenómenos paranormales como las apariciones —que es una de las maneras en que se les conoce a los fantasmas; en un momento llegaremos a las clasificaciones—, las casas embrujadas, los viajes astrales, la clarividencia, la telepatía y la telequinesis, partiendo del escepticismo y valiéndose de herramientas científicas, resulta que éstas definen a grandes rasgos a un fantasma como la serie de manifestaciones visuales, acústicas, olfativas, térmicas o sensoriales que son perceptibles por medio de los sentidos o con aparatos de medición, y que se asocian a un lugar específico y/o a una persona muerta.
Bajo esa definición, y dado que prácticamente todas las culturas desde la Antigüedad hasta nuestros días cuentan con reportes de gente que ha visto, oído, olido o sentido alguna manifestación asociada con una persona muerta —sin que necesariamente se afirme que dichas manifestaciones las provoca el espíritu o el alma de ésta—, e incluso estas manifestaciones se han registrado en diversas ocasiones por aparatos como cámaras, grabadoras y termómetros, podemos afirmar que, en efecto, los fantasmas sí existen.
El Doppelganger, que es la aparición de una persona que no ha muerto y puede dividirse en (DKI), cuando no existe una razón aparente para la aparición, y (DCA), que tiene lugar en momentos de crisis —experiencia cercana a la muerte o peligro—.
Ahora bien, ¿cuántos tipos de fantasmas existen? Hay varias respuestas para esta interrogante, dependiendo del criterio que se utilice. Por ejemplo, una primera división distingue las apariciones —apparitions—, que normalmente se vinculan con una persona o un grupo de personas, de los lugares embrujados —hauntings—, que normalmente se vinculan con un sitio específico. Cuando se trata de apariciones, la asociación ParaSearchers distingue cuatro tipos: Histórico Repetitivo (HR, por sus siglas en inglés), un fantasma que parece estar repitiendo una tarea que la persona asociada a él solía realizar; un Espíritu Consciente (SS), que parece estar enterado de lo que ha sucedido desde la muerte de la persona a la que está asociado; Espíritu con una Misión (GOS), un espíritu que parece estar tratando de completar una tarea, de cumplir una misión —por ejemplo, advertir de un peligro que se avecina—, de trasmitir una información o de proteger a alguien, todo ello relacionado con la persona muerta asociada a las manifestaciones; y, finalmente, el Doppelganger, que es la aparición de una persona que no ha muerto y puede dividirse en (DKI), cuando no existe una razón aparente para la aparición, y (DCA), que tiene lugar en momentos de crisis —experiencia cercana a la muerte o peligro—. Además, las apariciones pueden ser de cuerpo entero (FBA), cuerpo parcial (PBA) y forma libre, que puede ser una pelota (FFB), bruma (FFM), un cuadro (FFS), una forma cambiante (FFC) o cualquier otra forma (FFO). También están los poltergeist, que es un tipo de fantasma que causa ruidos, golpeteos, pisadas o voces sin cuerpo, o que mueve o destruye objetos en un sitio específico.
¿Y a qué se debe que tanta gente en todo el mundo y a lo largo de la historia haya reportado algún fenómeno de esta naturaleza? Hay tantas teorías como personas que se interesan en el tema, pero todas ellas parecen coincidir en tres vertientes: a) la hipótesis del error de percepción, cuando la aparición se debe a causas físicas externas que generaron la supuesta aparición; b) la hipótesis de la alucinación, en la que la psique o el cuerpo del testigo genera inconscientemente la aparición para satisfacer necesidades o creencias reprimidas, y c) la hipótesis de la supervivencia, que concede la posibilidad de que algo —una “energía residual”, el alma o el espíritu— permanece en un sitio después de la muerte física.
Y yo añadiría también la hipótesis del montaje y del fraude para llamar la atención o ganar dinero. Algo tan bajo y tan ruin como el que busca más lectores con títulos polémicos y llamativos.
Pero, como siempre digo, eso ya es otro cantar…
@fcomasse
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