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Arlinda Valencia, descendiente de víctimas de linchamiento, en una ceremonia para recordarlas en el capitolio estatal en Austin, Texas, el año pasado CreditJessica Lutz
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EL PASO, Texas — Arlinda Valencia estaba en un funeral cuando un tío le contó un secreto familiar desconcertante: una turba de linchamiento anglosajona había matado a su bisabuelo.
“Una mezcla de dolor y conmoción me abrumó porque esto era lo primero que sabía al respecto”, dijo Valencia, de 66 años y quien lidera un sindicato de maestros en El Paso, Texas. “Entre más investigaba, más impactada estaba por cuántos mexicanos fueron linchados en este país”.
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Valencia y otros descendientes de víctimas de linchamiento ahora piden que se preste atención a una de las campañas más sombrías de terror racista en el Oeste estadounidense: los linchamientos de miles de hombres, mujeres y niños de ascendencia mexicana desde mediados del siglo XIX hasta muy entrado el siglo XX.
Algunas víctimas fueron quemadas vivas, como Antonio Rodríguez, de 20 años, un trabajador migrante que en 1910 fue arrastrado desde una cárcel en Rocksprings, Texas, fue atado a un árbol y después le prendieron fuego. Otras turbas colgaron, latiguearon o dispararon a mexicanos, muchos de los cuales eran ciudadanos estadounidenses. En ocasiones atraían a multitudes que se contaban por miles.
Los linchamientos han sido asociados desde hace mucho tiempo con la violencia contra los estadounidenses de raza negra en el sur de Estados Unidos, y estas atrocidades son recordadas en el Monumento Conmemorativo Nacional para la Paz y la Justicia en Alabama, también conocido como el Monumento Conmemorativo a los Linchamientos; los linchamientos de latinos se han difuminado en la historia y se les ha prestado menos atención. A menudo, han sido representados como intentos de ejercer la justicia en nombre de los colonizadores blancos que protegían su ganado o derecho a la tierra.
No obstante, un nuevo movimiento quiere traer a la luz ese pasado olvidado y ha provocado discusiones sobre la lucha por la tierra o el derecho a la minería que influenciaron con frecuencia estos linchamientos, así como los rastros de dichos episodios en el renaciente sentimiento antilatino y la pregunta que hay en muchas partes de Estados Unidos: ¿quién debe contar la historia?
“La conquista del Oeste es aún un relato de progreso increíble para muchos estadounidenses”, dijo Monica Muñoz Martinez, una profesora de Estudios Americanos en la Universidad de Brown que ha escrito mucho sobre la violencia antimexicana en Texas.
“Pero a pesar de la falta de voluntad para reconocer estos linchamientos como una tragedia, o incluso simplemente reconocerlos, se está creando una inercia para finalmente lidiar con estos acontecimientos”, dijo Muñoz Martinez, quien fue criada en Texas y es cofundadora de Refusing to Forget, un grupo comprometido con generar mayor conciencia sobre la violencia sancionada por el Estado contra latinos en Texas.
Texas, que consagró la supremacía blanca en su constitución de 1836 cuando los anglosajones propietarios de esclavos se separaron de México, tuvo por mucho la mayor cantidad de episodios de violencia por turbas contra personas de ascendencia mexicana, de acuerdo con William D. Carrigan y Clive Webb, historiadores que han documentadodichos casos.
Las razones dadas para estos linchamientos varían ampliamente, incluidas acusaciones de abigeato o robo de ganado, asesinato, hacer trampa con los naipes, rehusarse a tocar el violín, gritar “¡Viva Díaz!” e, incluso, brujería.
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"Rangers" de Texas en el King Ranch en el sur de Texas en 1915 con lazos atados a los cuerpos de Jesús García, Mauricio García y Amado Muñoz.CreditColección fotográfica Robert Runyon/Centro Dolph Briscoe para la Historia Estadounidense vía Universidad de Texas en Austin
En 1880, una turba en el condado Collin al norte de Texas acusó a Refugio Ramírez, su esposa y su hija adolescente, María Inés, de hechizar a sus vecinos. Los tres fueron quemados vivos, de acuerdo con Laura F. Edwards, una historiadora en la Universidad de Duke.
En otro episodio en 1882, un hombre de ascendencia mexicana identificado como Augustin Agirer presentó una denuncia contra un hombre anglosajón que disparó contra su perro. En represalia, los anglosajones rastrearon a Agirer y lo mataron a tiros frente a su esposa, informó en ese entonces The Austin Weekly Statesman.
En 1922, un grupo de diez hombres se llevó a Elías Villarreal Zárate de una cárcel en Weslaco en el sur de Texas, donde estaba detenido por pelear con su compañero de trabajo que era blanco. La Prensa, un periódico de San Antonio, describió cómo la turba lo colgó; la ira de los diplomáticos mexicanos se desató, pues intentaban erradicar ejecuciones de ese tipo.
Uno de los episodios de linchamiento más controversiales en cualquier lugar del Oeste involucra a los ancestros de Valencia, la lideresa del sindicato de maestros de El Paso. La familia y varios vecinos se habían establecido en una zona de Porvenir en una franja remota del oeste de Texas en el río Grande, donde se ganaban la vida como granjeros.
Sin embargo, el 28 de enero de 1918, un grupo de ganaderos anglosajones, rangers (agentes) de Texas y soldados de caballería del Ejército de Estados Unidos llegaron a la población mientras las familias dormían. Se llevaron a quince hombres, el más joven de ellos tenía 16 años, los llevaron a un acantilado desde donde se veía el río y les dispararon a quemarropa.
Después de incendiar Porvenir hasta que solo quedaran las cenizas, los rangers y los rancheros afirmaron, sin ofrecer ninguna prueba, que los pobladores eran ladrones. Sostuvieron que las víctimas eran informantes de los mexicanos que atacaron el cercano rancho Brite el mes anterior. También indicaron que habían recibido disparos.
No obstante, investigaciones conducidas por el ejército y el Departamento de Estado descubrieron que los mexicanos no estaban armados cuando fueron asesinados. El bisabuelo de Valencia, Longino Flores, estaba entre los fallecidos. Su abuelo, Rosendo Mesa, era un niño en ese entonces. Sobrevivió porque había salido a comprar provisiones.
“Mi abuelo se calló todo acerca de la masacre, lo cual me sorprendió”, dijo Valencia, al reflexionar sobre por qué le tomó tanto tiempo descubrir sobre las ejecuciones. “Recuerda, esto es Texas. Se hacen reverencias a los casi divinos rangers de Texas. Incluso en la actualidad, la verdad es difícil”.
Valencia descubrió lo difícil que es hasta ponerse de acuerdo en los hechos que rodean a los linchamientos cuando historiadores y descendientes de las víctimas en Porvenir, una población en gran parte borrada de la memoria local después de que fue arrasada en 1918 y los sobrevivientes huyeron, solicitaron ante la Comisión Histórica de Texas que se colocara una placa conmemorativa.
“No me digas que si la policía mata a un anglosajón en la ciudad de Chihuahua, no habrá diferencias en el relato de lo ocurrido”, dijo Jim White III, de 70 años, un descendiente de la familia Brite, cuyo rancho no está lejos de Porvenir y fue uno de los atacados un mes antes de los linchamientos.
“Era un tiempo turbulento en la frontera y había muchas personas que eran asesinadas en ambos lados”, dijo White, quien todavía vive en el rancho familiar y evita llamar a las ejecuciones una masacre. “Es 2019, ¿cierto? Sacar provecho de tu raza ya no funciona”

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