En el ataque iraní a bases militares estadounidenses en Irak en las primeras horas del 8 de enero

Oficiales de inteligencia y del Ejército estadounidense se quedaron atónitos ante la precisión, magnitud y verdadera audacia de lo que luego concluyeron que había sido un ataque iraní.
Hace cuatro meses, una bandada de misiles de crucero y drones armados de vuelo rasante impactaron tanques de crudo en la sede de la industria petrolera saudita, lo que tomó a Estados Unidos por sorpresa y anuló temporalmente el 5 por ciento del suministro mundial de petróleo. Casi ningún país en la región —Israel tal vez sea la excepción— podría haberse defendido de ese ataque.
En el ataque iraní a bases militares estadounidenses en Irak en las primeras horas del 8 de enero —la única agresión directa a Estados Unidos o a sus aliados admitida por Irán desde la toma de la embajada estadounidense en 1979—, se utilizaron misiles balísticos y se causó poco daño.
Sin embargo, con las tensiones entre Estados Unidos e Irán en el punto más alto en cuatro décadas, el éxito inesperado del ataque de septiembre a las instalaciones petroleras sauditas es un duro recordatorio de que Teherán posee una serie de armas más sigilosas en su arsenal que podrían plantear amenazas más severas si el conflicto sigue escalando.

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