Read in English Los representantes de la comunidad científica y del gobierno de Brasil irán este mes a la Antártida a inaugurar su nueva base de investigación Comandante Ferraz, la cual viene a remplazar las instalaciones que se perdieron en un incendio de 2012. Los dos edificios de poca altura, diseñados por Estudio 41, un despacho brasileño de arquitectura, tienen laboratorios, asistencia operativa y alojamientos, y podrían confundirse con un museo de arte o un hotel boutique. “Brasil es un país tropical, así que no estábamos habituados a estas condiciones”, señaló Emerson Vidigal, director de esa empresa. “Estas condiciones”: temperaturas que descienden a 51 grados Celsius bajo cero y vientos que alcanzan los 160 kilómetros por hora. EL TIMES¿Quieres recibir en tu correo los mejores reportajes de The New York Times en español, con eñes y acentos? Suscríbete al boletín aquí. A lo largo del siglo XX, la arquitectura en la Antártida fue un asunto práctico y, en gran parte, improvisado, que tenía por objeto resguardar del clima y mantener vivos a los ocupantes. En 1959, el Tratado Antártico destinó ese continente a la investigación. Desde entonces, los científicos han llegado en cantidades cada vez más grandes, con necesidades cada vez más complejas. La construcción en la Antártida, que por mucho tiempo perteneció al ámbito de los ingenieros, ahora está atrayendo a arquitectos diseñadores que quieren trasladar la estética —al igual que la eficiencia, la durabilidad y el aprovechamiento de energía— a la zona más fría del planeta. “Como arquitectos, nos interesa la comodidad de la gente, así que nos propusimos crear un tipo de ambiente propicio para el bienestar”, comentó Vidigal.
Los representantes de la comunidad científica y del gobierno de Brasil irán este mes a la Antártida a inaugurar su nueva base de investigación Comandante Ferraz, la cual viene a remplazar las instalaciones que se perdieron en un incendio de 2012. Los dos edificios de poca altura, diseñados por Estudio 41, un despacho brasileño de arquitectura, tienen laboratorios, asistencia operativa y alojamientos, y podrían confundirse con un museo de arte o un hotel boutique.
“Brasil es un país tropical, así que no estábamos habituados a estas condiciones”, señaló Emerson Vidigal, director de esa empresa.
“Estas condiciones”: temperaturas que descienden a 51 grados Celsius bajo cero y vientos que alcanzan los 160 kilómetros por hora.
EL TIMES
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A lo largo del siglo XX, la arquitectura en la Antártida fue un asunto práctico y, en gran parte, improvisado, que tenía por objeto resguardar del clima y mantener vivos a los ocupantes. En 1959, el Tratado Antártico destinó ese continente a la investigación. Desde entonces, los científicos han llegado en cantidades cada vez más grandes, con necesidades cada vez más complejas. La construcción en la Antártida, que por mucho tiempo perteneció al ámbito de los ingenieros, ahora está atrayendo a arquitectos diseñadores que quieren trasladar la estética —al igual que la eficiencia, la durabilidad y el aprovechamiento de energía— a la zona más fría del planeta. “Como arquitectos, nos interesa la comodidad de la gente, así que nos propusimos crear un tipo de ambiente propicio para el bienestar”, comentó Vidigal.
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