En Igualada me ha pasado lo que en otras ciudades: la mayoría de la gente no cumple las recomendaciones sanitarias.

En Igualada me ha pasado lo que en otras ciudades: la mayoría de la gente no cumple las recomendaciones sanitarias. El primer día de cierre de la ciudad —el viernes 13— había bares abiertos con mucha gente. En los supermercados poquísimas personas llevaban guantes de látex o plástico y casi ninguna un tapabocas, que son más escasos que la sabiduría de demasiados gobernantes. He visto personas —dos mujeres de más de sesenta— saludarse a los besos e incluso sostenerse las manos en una deliciosa charla de comadres que se reencuentran de casualidad. Una de ellas había estornudado poco antes; la otra pareció no darle importancia.

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