SINGAPUR — Dos horas. Ese es todo el tiempo que tienen los equipos médicos de Singapur para descubrir los primeros detalles de cómo fue que sus pacientes contrajeron el coronavirus y a qué personas pudieron infectar.
¿Viajaron al extranjero? ¿Tienen algún vínculo con uno de los cinco grupos de contagio identificados en toda la ciudad Estado? ¿Tosieron encima de alguien en la calle? ¿Quiénes son sus amigos y familia, con quiénes se van a tomar un trago y con quiénes comparten sus rezos?
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Mientras las naciones de Occidente enfrentan la propagación descontrolada del coronavirus, la estrategia de Singapur, de moverse con rapidez para localizar y realizarles pruebas a casos sospechosos, es un modelo para mantener controlada la epidemia, aunque no aniquila por completo las infecciones.
Con un detallado trabajo detectivesco, los rastreadores gubernamentales de contactos encontraron, entre otros, a un grupo de entusiastas de la música que cantaban juntos y expulsaban gotículas respiratorias, con lo que propagaron el virus a sus familias y luego a un gimnasio y una iglesia, y terminaron por formar la mayor concentración de casos en Singapur.
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