[La avispa gigante que llegó de Asia a Norteamérica]

[La avispa gigante que llegó de Asia a Norteamérica] El avispón gigante, junto con otras variedades de avispas, ha sido tradicionalmente considerado un manjar en esta accidentada parte del país. Las larvas a menudo se conservan en frascos, fritas o al vapor con arroz para hacer un plato delicioso llamado hebo-gohan. Los especímenes adultos, que pueden medir cinco centímetros, se fríen en brochetas, con aguijón y todo, hasta que el caparazón se vuelve ligero y crujiente. Dejan una sensación de calor y hormigueo cuando se comen. Los avispones también le pueden agregar un extra al licor. Especímenes vivos son ahogados en shochu, una bebida destilada clara. En su agonía, los insectos liberan su veneno en el líquido que se almacena hasta que se vuelve de un tono oscuro de ámbar. Sin embargo, la verdadera emoción no está en el comer o el beber el avispón gigante, está en la caza. A principio de los meses de verano, intrépidos cazadores rastrean a los insectos hasta sus enormes nidos, que pueden albergar hasta mil avispones y sus larvas en los troncos de los árboles podridos o bajo tierra. Atraen a un avispón con una serpentina de pesca unida a un pedazo de pescado, y cuando este agarra el bocado y despega, los cazadores van en una carrera de obstáculos a través del bosque. Al encontrar el nido, aturden a los insectos con humo, luego usan motosierras y palas para extraerlo. Thanks for reading The Times. Subscribe to The Times En otros casos, los nidos son desarraigados por exterminadores profesionales. Torao Suzuki, de 75 años, dice haber eliminado entre 40 y 50 nidos al año, y que lo picaron hasta 30 veces cada temporada. “Duele, se hincha y se pone rojo, pero eso es todo”, dijo sobre las picaduras. “Creo que soy inmune”. Él no se come los insectos. “Incluso cuando le digo a la gente, ‘te van a picar’, aún así se los comen. Dicen que los hace potentes”, dijo. Suzuki dice que también vendió los nidos, que son trofeos populares en la región. Colmenas marrones lacadas, a veces abiertas para exponer su complejo enrejado, adornan vestíbulos y salas de recepción en casas, escuelas y oficinas públicas. Los historiadores dicen que los insectos, que se extienden por toda Asia pero se encuentran más comúnmente en Japón, alguna vez fueron valorados junto con otras avispas como una fuente barata de proteína en zonas rurales golpeadas por la pobreza. El ‘avispón asesino’, una plaga mortal que llegó a Norteamérica4 de mayo de 2020 La cocina del avispón se celebra cada noviembre en la prefectura de Gifu en un festival, conocido como el Kushihara Hebo Matsuri donde se entregan premios para los nidos más grandes y los gourmands apuestan por el privilegio de llevarse uno a casa. Incluso en este jubileo de insectos, el peligro que representa el avispón gigante, que ha matado a decenas de personas en Japón en los últimos años, es evidente. En un volante para el evento del 2018 se advirtió a los participantes que estuvieran atentos a los avispones sueltos cerca del recinto ferial, y aconsejó a los asistentes que “por favor tengan mucho cuidado para evitar ser picados”. Los organizadores, agregó, “no tienen absolutamente ninguna responsabilidad” por las consecuencias de ignorar las admoniciones. Las advertencias van más allá de este evento único. Cada primavera, oficinas gubernamentales de todo el país emiten avisos sobre los insectos, conocidos en Japón, por su tamaño, como “gorriones avispones gigantes”. Las personas que se aventuran en la naturaleza han aprendido a evitar la laca para el cabello y el perfume, que pueden atraer a estas plagas aterradoras. Por lo tanto, no es sorprendente que la práctica de cazar y comer a los insectos, como ocurre con muchas tradiciones en el envejecido Japón rural, sea menos común de lo que solía ser. La Asociación de Apreciación de las Avispas Oomachi, en Nagano, una vez alcanzó cierta fama nacional por hacer galletas de arroz con los insectos horneados. Desde entonces, la producción se ha detenido, ya que los miembros del grupo han muerto o se han vuelto muy viejos para preparar los bocadillos, dijo Sachiko Murayama, de 70 años, que está en el consejo de una cooperativa comercial local.

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