Hace un año, para esta fecha, las más prestigiosas e importantes firmas encuestadoras proyectaban un triunfo electoral del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en primera vuelta, para los comicios presidenciales programados para el 2020.
Habían tenido lugar las protestas del movimiento Marcha Verde. Se habían iniciado las audiencias judiciales por el caso de Odebrecht. Había una opinión pública encolerizada; y a pesar de todo, el Partido Revolucionario Moderno (PRM), la principal fuerza política de oposición no subía del 35 por ciento de los votos que había alcanzado en las elecciones del 2016.
Entonces se argumentaba que la oposición no existía. Que el partido de la estrella amarilla navegaba solo, con viento a favor, por el mar proceloso de la política nacional. Que sólo era cuestión de tiempo. El triunfo estaba asegurado.
Naturalmente, al suceder lo contrario, al zozobrar la embarcación, en distintos ámbitos de la vida nacional empezaron a surgir, de manera inevitable, las siguientes inquietudes e interrogantes: ¿Qué ocurrió? ¿Cómo una victoria segura, anticipada con tanto tiempo de antelación, se convirtió en una derrota tan estrepitosa?
Para comprender tan extraño fenómeno hay que partir de la idea de que el grupo palaciego, luego de haber modificado la Constitución en el 2015 y haber materializado la reelección al año siguiente, pretendió repetir las mismas hazañas, aplicando el mismo guion, para los comicios del 2020.
La trama comenzó al convocarse un encuentro en la cúpula, con los mismos seis aspirantes a candidatos presidenciales del 2016. En ese encuentro se les incentivó a lanzarse en aras de sus propósitos, ya que el partido escogería como su representante en la boleta electoral al que resultase en las encuestas con mayores niveles de favorabilidad.
Al mismo tiempo, cualquier manifestación por parte de algún funcionario en favor de la reelección era rápidamente desestimada. Desde Palacio se ordenaba hacer silencio sobre ese particular; y en entrevista televisiva realizada a finales de 2019, se argumentaba, al más alto nivel que, aunque ya la decisión estaba tomada, sería en los primeros meses del año siguiente que, de manera oficial, se informaría al país.
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