Listín Diario tituló el jueves que la Procu­radora asegura en de­claraciones de bienes “hay un mundo de in­formaciones… y no quedará nin­guna sin investigar” lo que indica que la Liga de Baseball debe faci­litar el Estadio Quisqueya para los procesables por el simple hecho de que desde el punto de vista fis­cal, no hay – quizás ni uno - que haya liquidado los tributos y, aho­ra la evasión es pre constitutivo de lavado de activos.

Ella tiene razón en asombrarse de lo escandalosa de las fortunas declaradas por algunos, saliente y entrantes que en la Dirección Ge­neral de Impuestos Internos, no aparecen como contribuyentes: Algunos no provienen de familias adineradas, no han practicado el comercio, la industria, ni son pro­fesionales exitosos o artistas que justifiquen altos ingresos.

Si el criterio técnico y jurídico se aplica, laxativamente, todos son procesables porque en el país –que nunca tuvo una amnistía fis­cal- no hay un solo ciudadano que pase la prueba.

De la vida opulentamente ofen­siva de los funcionarios del ante­rior Gobierno, ni hablar, basta con buscar su liquidación en la DGII cuando ingresaron al servicio pú­blico y cotejarla ahora con lo “de­clarado y no declarado”: El saldo es injustificable, pues ni siquiera se cuidaron de pagar los impues­tos.

Incluso si hubiese sido obteni­do mediante actividades extracu­rriculares “licitas”, cómo justifica alguien que jamás ha pagado im­puestos un patrimonio de RD$ 200 millones, en dónde están los recibos de al menos RD$ 50 millones paga­dos en impuestos, excepto si los he­redó, que debió pagar al menos RD$ 6 millones o se los ganó en la lote­ría: Hasta por respirar hay que pagar el 18% de itebis y el 10% por servi­cios profesionales o el 27% por ga­nancia.

Desde luego que cuando se ini­cie en contra de los salientes que es bien “sabido que muchos se porta­ron mal”, el eco llegará a los entran­tes; puede ser que algunos no logren justificar sus grandes o pequeños pa­trimonios, sobre todo con su planilla de impuestos.

Actualmente la legislación nacio­nal alcanza la renta de los patrimo­nios de los nacionales hasta cuando sus fortunas son licitas y están en el exterior: La garata con puños alcan­zará a todos y nadie saldrá sin un golpe, pues ninguna fortuna local pasa esa prueba, sin arañazos.

Esas declaraciones incluso pue­den contener bienes “bien habidos” –alguna tal vez antes de la designa­ción- que no habiendo sido declara­dos, están afectados de irregulari­dad fiscal.

Eso va por el camino de las de­claraciones pero las indagatorias pueden llevar hacia el camino de la simulación, porque hay muchos bie­nes que disfrutan muchos de los sa­lientes que no están a sus nombres, sino de testaferros: fiscalmente po­dría presumirse que son suyos sobre todo porque no pagan nada por su uso.

¡Y qué tal de la renta presunta! Al­gunos tienen yates de hasta USD$ 2 millones de dólares en La Marina o usan villas y casas, a nombre de otras personas físicas o morales por las que no pagan un centavo!

Desde luego que hay algún que otro aparente pobre de solemnidad –más pobre que Balaguer-, confor­me a su declaración, que viven como unos jeques árabes, harén incluido, que de alguna manera se financia.

El tema apenas empieza y no hay dudas que dará agua a beber… es­tremecerá a la clase política y, hasta puede poner en peligro la estabili­dad de la Administración de Abina­der, pues los empresarios, que cla­man por transparencia son actores de primera de estas infracciones pe­nales de olor fiscal.

La persecución debió iniciarse, luego de la transparencia fiscal de los patrimonios producto de una amnistía fiscal –no de delitos-, sino de los efectos de la devaluación, la plusvalía y tras permitir una repa­triación ordenada de capitales: Co­mo está la legislación no hay ino­centes, todos somos culpables a la fuerza.

Los empresarios y profesionales “ilustres” -muchos de los cuales esta­ban vendiendo y cobrando en efecti­vo en “cajas de zapatos”- por los me­dios de comunicación van a aplaudir y, por lo bajo, pondrán sus barbas en remojo… desde luego, en medio de la crisis que requiere tranquilidad y confianza monetaria, retorno de ca­pitales… nada, el país será convul­sionado y tal vez no en el mejor de los sentidos: Por lo pronto la Ley 46-20 de Transparencia Fiscal… se va de vacaciones.

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