La temporada 4 de The Crown ha vuelto a plantear la pregunta. La respuesta puede no ser la que esperas.
Y así, otra vez, volvemos a la princesa Diana. Como Jacqueline Kennedy Onassis, se ha convertido en una especie de Piedra de Rosetta de la cultura a la que volvemos una y otra vez, en busca de respuestas a nuestras propias elecciones en su límpida mirada triste y azul y en su cacofónico y llamativo vestuario.
Esta vez el renovado examen viene por cortesía de la temporada 4 de The Crown también conocida como la temporada de Diana. El escrutinio se ha ido construyendo desde el vigésimo aniversario de la muerte de la princesa en 2017, cuando Virgil Abloh declaró a Diana su musa de color crudo y el Palacio de Kensington organizó una exposición dedicada a sus trajes. Y aunque recibió un impulso el año pasado con un nuevo musical (con vestuario de William Ivey Long y una canción principal titulada “The Dress”) que se suponía que se dirigía a Broadway, la charla alcanzó un nuevo apogeo con el lanzamiento de la serie de Netflix.
Aquella en el que la princesa, interpretada por la actriz Emma Corrin, llama la atención de los Windsor, hace su debut público, se casa y se siente miserable, desarrolla un desorden alimenticio y, aún así, se convierte en un icono de la moda.
La que inspiró a la Vogue británica a poner a Corrin en la portada de su número de octubre con un vestido de tafeta azul zafiro de Oscar de la Renta con el título “Reina de corazones”. La que ha sido objeto de una exposición virtual en 3-D en el Museo de Brooklyn, The Queen and the Crown, con artículos variados del departamento de vestuario de la serie, incluyendo un vestido floral de dos piezas color frambuesa hecho para la gira australiana de la princesa y la nueva versión de esa famosa exageración de vestido de novia que recuerda a un merengue.
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