Los venezolanos ya deberíamos estar inmunizados ante las promesas mágicas, como la fantasía de que Donald Trump era el único líder que podía regresar la democracia a Venezuela. Su derrota electoral representa también el final de la ilusión de que había una salida instantánea al chavismo.
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Es colaborador regular de The New York Times.
El 9 de noviembre, el economista venezolano Federico Alves denunció en su cuenta de Twitter lo siguiente: “Me acaban de botar de la Casa Venezuela de Tampa, organización de apoyo a los venezolanos que llegan sin nada, cofundada por mí hace +10 años, porque apoyo a @joebiden”. Un poco después, para no alimentar una pelea pública, decidió retirar el mensaje de su cuenta. Este ejemplo es tan pequeño como contundente. Muestra de manera perfecta cómo los procesos de polarización se alimentan, propagando la irracionalidad, arruinando las buenas causas y destruyendo las instituciones.
Hay un grupo de venezolanos, algunos con sonora presencia en las redes sociales, que tiene la fantasía de que Donald Trump es, realmente, el único presidente estadounidense que ha hecho algo por el regreso de la democracia a Venezuela. En el actual contexto electoral norteamericano, opinan y se comportan como si Joe Biden fuera el hijo perdido de una perversa relación incestuosa entre Hugo Chávez y Fidel Castro; como si Trump fuera una nueva versión de Rambo III, la única garantía de salvación que nos queda: rápido y furioso, él solito puede liberar a la patria de Bolívar.
¿De dónde nace esta idea y cómo se sostiene? Después de 4 años en la presidencia, ¿se puede, acaso, decir que la política exterior de Washington ha logrado adelantar alguna solución en el conflicto de Venezuela? ¿Se trata, en verdad, de un enfrentamiento ideológico? ¿Por qué un sector de la oposición venezolana se entrega de manera tan fervorosa a la polarización política de Estados Unidos?
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