Las tiernas y felices expresiones de sus rostros, tanto de los que llevan a sus padres o abuelos a vacunarse como de aquellos parientes que se inmunizan, ejemplifican los más conmovedores y fuertes lazos de amor que la pandemia no ha podido destruir en la familia dominicana. El orden y la disciplina que caracteriza los procesos organizados por el gobierno para inmunizar contra el Covid a más del 80 por ciento de la población refleja la importancia y seriedad que la gente le ha conferido a este esfuerzo. La alegría y la esperanza son tan grandes cuando se combinan en un acto de amor, que ciertamente los vacunados y quienes los han acompañado en el proceso por razones de edad sienten que la salvación les ha llegado. Por eso la vacunación es también un acto de vida. Porque aleja de las garras de la muerte o de los síntomas severos del contagio a los mayores de edad que no quieren morir todavía. Si ciertamente la vacunación en dos dosis inmuniza, nadie puede olvidarse de que deben seguirse las precauciones debidas, tal como recomiendan los expertos que llevan el timón de esta lucha desde el lado de la ciencia. De ahí la enorme trascendencia que tiene para el futuro de una sociedad de gentes sanas la aplicación universal de la vacuna anti-Covid, un empeño que ha representado una alta y no presupuestada inversión de emergencia para el gobierno, que nunca ha descuidado su papel en esta crucial alternativa. En vísperas de la llegada de nuevos lotes para asegurar segundas dosis y aplicar las primeras a millares de ciudadanos, la nación respira más tranquila en medio de las angustias soportadas durante un año de pandemia. ¡Enhorabuena!

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